Los métodos educativos de Filareto Kavernido

de Santiago Tovar

Nuestra investigación de más de 20 años sobre la Kaverno di Zaratustra ha mostrado cuán contradictorio era el carácter y la manera de actuar de Heinrich Goldberg, alias Filareto. Pero el campo en que esta falta de consecuencia resulta más llamativa es el de la educación, que aquí examinamos y describimos brevemente.

Nos hemos servido de sus textos y de los recuerdos y testimonios de los “niños” de la comuna, que nos han contado más de 70 años después los métodos autoritarios e incluso crueles que aplicaba Filareto en su educación; no estamos hablando aquí de lo que podía suponer para unos niños tan pequeños el estilo de vida extravagante de los adultos de la comuna: imaginemos un día cualquiera, en el año 1924, a Filareto marchando por las calles berlinesas con un grupo de niños para hacer alguna visita cultural. Las niñas van con pantalones, pelo corto y nada de adornos. Los pies calzados con sandalias de madera. Los niños llevan una especie de toga, los cabellos largos, con un peinado al estilo el Príncipe Valiente. En el centro del grupo camina Filareto con su elevada estatura, una cabellera que le llega a los hombros y una poblada barba negra. Va vestido con una toga blanca que deja un hombro descubierto y calza sandalias, también en invierno. Se puede uno imaginar la sensación que causaba esta comitiva en las calles de Berlín. Los niños aprendían que debían ser distintos y desarrollar la capacidad de permanecer indiferentes a la curiosidad y la burla de los demás. Nuestro Filareto, discípulo de Zaratustra, ya lo hacía así. Como dijo Nietzsche:

‘Mirad, yo soy el anunciador del rayo y una pesada gota que cae de la nube: mas ese rayo se llama superhombre?. Cuando Zaratustra hubo pronunciado estas palabras contempló de nuevo al pueblo y calló: ahí están’, dijo a su corazón, ‘ahí están riéndose: no me entienden, no soy yo la boca para estos oídos

¿Habrá que romperles antes los oídos para que aprendan a oír con los ojos? ¿Habráque atronar igual que timbales y que predicadores de penitencia? ¿Acaso solo creenal que balbucea?

Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso que los enorgullece? Cultural lo llaman, es lo que los distingue de los cabreros.” [1]De “Así habló Zaratustra”, Primera parte, Prefacio, de F. Nietzsche

A los niños se les impone una ambiciosa tarea en estas actividades comunes, seguramente no muy frecuentes, de ir a museos o conciertos – sabemos que Filareto estaba muy ocupado con sus tareas organizativas y propagandísticas y por tanto no tenía mucho tiempo para los niños. Pero procuraba con ahínco que participaran de los frutos de la cultura más elevada. Después de estas conferencias o conciertos tenían que mostrar que se habían aprendido de memoria las poesías, odas o arias. También tenían que mostrar que dominaban los instrumentos musicales, sobre todo el violín, y todos los demás deberes impuestos.

Aquí aparecen los rasgos autoritarios y crueles de que hablábamos. Cuando no estaba satisfecho con el resultado del aprendizaje de los niños, estos eran sometidos a severísimos castigos, como por ejemplo pasar la noche a oscuras en el lóbrego sótano de la Mulackstrasse; así hasta que se aprendían de memoria algún pasaje importante del Fausto de Goethe, como el Paseo de Pascua o bien mostraban que ya sabían tocar una pieza determinada con el violín.[2]2004, ochenta años después, Lotte Fenske, niña de la comuna que acababa de cumplir 90 años, nos mostró que todavía era capaz de recitar de memoria esta poesía.

La niña de la comuna Lotte Gerbeit le dijo a su padrastro Goldberg en los años 20: “Heinrich, eres un monstruo”

Se les enseñaba también, al estilo de la educación espartana, la renuncia a los placeres o la superación del miedo. A veces Goldberg mandaba a los niños bajar de noche al riachuelo que corría junto a la “caverna” en el Rotes Luch para llenar y volver con un vaso de agua, aunque en la choza arriba hubiera un cubo lleno hasta los bordesFilareto se quedaba vigilando medio escondido detrás de unos arbustos para controlar el cumplimiento de su absurda orden. También se castigaban con dureza los típicos “problemas” de comportamiento de los niños, como hacerse pis en la cama, negarse a comer alguna cosa o algo tan habitual, hurtar algo apetitoso de la despensa, como por ejemplo confitura o galletas. En estos casos se castigaba con correazos, encierro en la oscuridad o penas similares. En realidad se trataba de los castigos más corrientes y duros de la época, con mucha tradición en todo el mundo y sin duda en la Alemania prusiana.[3]No se olvide que el castigo corporal no fue abolido en Alemania hasta 1968. En muchos otros países europeos la abolición fue incluso más tardía, en el caso de Gran Bretaña: en 1998.

En conversaciones con los niños todavía recordaban con un estremecimiento estos castigos y alguno de ellos nos habló de haberse dirigido a Goldberg, al que curiosamente los niños llamaban Heinrich, no Filareto, diciendo: “Heinrich, eres un monstruo“. Por las memorias del anarquista Adolf Mosch sabemos que una niña se dirigió a él diciéndole que “cuando fuera mayor, le mataría a él y el comunismo. En la evolución posterior de todos estos niños sabemos que, en la edad adulta, dieron a sus hijos una educación libre de violencia y en general liberal; una probable reacción a las crueles injusticias sufridas.

Pensemos por un momento que en aquella época se estaban introduciendo las ideas de la reforma moderna de la pedagogía, que propagaban los métodos educativos participativos, creativos y anti-autoritarios. ¿Dónde se habían quedado los ideales anarquistas, de autonomía y libertad individual descentralizada que Filareto había señalado en sus escritos como medio y fin de la vía a la sociedad perfecta de la cultura? ¿Cómo es posible semejante discrepancia? Hay dos posibles explicaciones sin poder afirmar que la respuesta resulta satisfactoria, pues la contradicción entre la doctrina y la realidad es demasiado profunda, y la imagen que nos dejan los relatos de aquellos niños de la comuna resultan demasiado hirientes.

Por una parte, Filareto recurre a los escritos de sus modelos filosóficos favoritos, que en este campo son Platón y Nietzsche. Los interpreta literalmente, pasando a la práctica las propuestas más bien teóricas de estos maestros, como alguien que es fiel más a la letra que al espíritu del escrito. Por otra parte, se puede uno imaginar que los ideales de Filareto, sometidos a la prueba de la realidad, resultaban cada vez más inalcanzables. Mientras los niños representaban el futuro y estaban a su disposición formativa como “masa maleable”, significaban al mismo tiempo un freno y una carga económica para el desarrollo de la comuna. Presentaban además la típica resistencia “infantil” contra la obligación de recoger los frutos del saber, la formación y la cultura que, en la concepción de Filareto, eran imprescindibles para poder pasar a un estadio cultural superior. Eso puede explicar en parte la reacción desesperada e iracunda de Filareto. Debería existir un método apropiado para poder impulsar este proceso de aprendizaje… Echemos un vistazo ahora a la tradición teórica existente en los temas educativos.

Ya Platón había destacado en su obra póstuma “Las Leyes” la función central de la educación para la dominación aristocrática del gobierno de los filósofos.[4]Todas las citas de Platón están tomadas de la traducción de Antonio Tovar, Un libro sobre Platón, pp. 148 y ss. Madrid 1956.

Laclave de este gobierno está en la educación… Es en los niños donde hay que hacer que placer, amor, dolor, odio, nazcan ya en edad irracional, de modo que cuando ejerciten la razón vayan de acuerdo con ella… Por eso el jefe de la educación es el verdadero garante de la ley y de la constitución de la ciudad. La primera educación será musical, pues en el hombre se manifiesta la razón precisamente a partir del sentido del ritmo, de que el animal carece. De este sentido del ritmo arrancará el recto ejercicio de la razón, conforme les parece recto a los hombres honestos y a los ancianos”. Platón opina que “el niño es el más inmanejable de todos los seres vivos“, pero que en el niño está la continuidad de la ciudad, más que de sus padres, es interés de la ciudad que sea educado por las buenas o por las malas.

El ideal de Platón es el de una ciudad (sociedad) inmutable; cualquier cambio representa un gran peligro. El otro peligro procede del “individualismo, de la individualización; por eso no debe existir ninguna vida privada, pues a través de la diferenciación favorecida por la vida privada surgen nuevos peligros más para la ciudad“. Otras ideas de Platón en esta su última obra difieren de los principios que había expuesto él mismo años antes en su obra “Politeia” en referencia a la organización de la sociedad, y es evidente que Goldberg tampoco los compartía. En todo caso es interesante que aquí se presenta como ideal un modelo inmutable. Está en perfecta consonancia con el idealismo de Filareto que ya habíamos observado en sus propios escritos, que le alejan bastante de las interpretaciones materialistas y sociales y de los patrones de pensamiento de los utopistas sociales progresistas de su época.

Finalmente es Nietzsche quien proporciona gran parte de los modelos de pensamiento y comportamiento de Filareto, sobre todo el “Zaratustra”, pero también “Humano, demasiado humano” (1878); Goldberg sigue al pie de la letra los textos de los maestros que le infunden el máximo respeto. Ya hemos visto su tendencia a confundir la letra, que sigue a pies juntillas, con el espíritu de los escritos. El resultado es que estos escritos son el modelo para que persiga de manera implacable y cruel su camino hacia una cultura superior.

ST 2006 – actualizado 6.24

Fußnoten

Fußnoten
1 De “Así habló Zaratustra”, Primera parte, Prefacio, de F. Nietzsche
2 2004, ochenta años después, Lotte Fenske, niña de la comuna que acababa de cumplir 90 años, nos mostró que todavía era capaz de recitar de memoria esta poesía.
3 No se olvide que el castigo corporal no fue abolido en Alemania hasta 1968. En muchos otros países europeos la abolición fue incluso más tardía, en el caso de Gran Bretaña: en 1998.
4 Todas las citas de Platón están tomadas de la traducción de Antonio Tovar, Un libro sobre Platón, pp. 148 y ss. Madrid 1956.